lunes, 30 de abril de 2012

EL AMOR CONSTRUYE LA AUTOESTIMA EN LOS NIÑOS

La autoestima empieza a desarrollarse en una persona desde que es un bebe. Los cuidados y los cariños que se dan a un niño le hacen sentir que es amado y que cuidan de él. En ese principio de la vida, el bebé aprende cómo es el mundo a su alrededor, y conforme se desarrolla, va descubriendo su valor a partir del valor que otros le dan. Es entonces cuando se forma la autoestima esencial. La autoestima sigue desarrollándose a medida que la persona se siente segura y capaz de realizar sus deseos y, más adelante, sus obligaciones. Es la autoestima fundamental.

Para los padres, el amor incondicional que sienten por sus hijos es claro, pero los hijos no siempre lo sienten tan claramente. Cualquier niño se preocupa por agradarles a su madre y a su padre, y cree que así se ganará su amor. Para él, la sonrisa de aprobación de sus padres es amor, y la reprobación que ven en una mirada seria o en un regaño es el “no amor”.

Es importante que los niños tengan muy claro que, aunque la madre o el padre reprueben determinadas actitudes de ellos, el amor que sienten NO está en tela de juicio.

Para que el niño se sienta amado incondicionalmente, es necesario, sobre todas las cosas, que sea respetado.

Respetar a los hijos significa:

·        Darles espacio para que tengan sus propios sentimientos sin ser juzgados por eso, ayudándoles a expresarse de manera socialmente aceptable. Decirles cosas como “es feo que te enojes” o  “está mal que te sientas triste” no es adecuado. Lo que puede estar mal en todo caso es la expresión inadecuada del sentimiento, como, por ejemplo, pegarle a alguien si se está enojado. Pero sentir enojo, es algo que no se puede evitar.  

·        Aceptarlos como son, aunque no correspondan a las expectativas de los padres. Necesitan tener sus propios sueños, pues no nacieron para realizar los sueños de los padres.  

·        No juzgarlos por sus actitudes. Los niños se equivocan mucho porque así aprenden. La madre y el padre pueden y deben juzgar las actitudes, pero NO a los hijos. Si la actitud fuera egoísta, debe señalarse el egoísmo, pero no diciendo “eres muy egoísta”. Frases como “eres torpe”, y “eres malo en ciencias” califican al niño, no a la acción, hacen que el niño se sienta egoísta, torpe y sin gracia. Por tanto estas calificaciones se convierten en parte de su identidad. En todo caso si no se puede evitar hacer estos comentarios, deben ser dirigidos a la acción “eso que haces es una tontería”, en lugar de “eres un tonto”, siempre podré dejar de hacer lo que hago mal y ya no hacer tonterías; en el otro caso, no podré dejar de SER un tonto.  

El respeto al niño le demuestra que es amado no por lo que hace o tiene, sino por el simple hecho de existir. Al sentirse amado, se sentirá seguro para realizar sus deseos; podrá arriesgarse, equivocarse sin ser juzgado, tener su propio ritmo y descubrir cosas nuevas que lo lleven a realizar algunas conquistas. Hablar no produce una catástrofe afectiva. De esa forma el niño desarrolla su autoestima, gran responsable sobre su crecimiento interior, y se fortalece para ser feliz, aunque tenga que enfrentar contrariedades.